Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
Pilar Quirosa Cheirouze
Acerca de "Poemas para leer a deshora", de Mª Ángeles Lonardi. Crítica de Pilar Quirosa.

Mª Ángeles Lonardi

Pilar Quirosa Cheirouze

Poemas para leer a deshora

Existen interrogantes que nutren los espacios de la memoria. Un recorrido existencial que nos lleva a presenciar la realidad que nos envuelve, por la que todos transitamos en un recorrido catártico.

Desde la sensibilidad y el impulso vitalista, María Ángeles Lonardi, poeta argentina y almeriense de adopción, continúa transmitiéndonos sus alentadoras reflexiones tras la publicación del poemario El jardín azul, del que nos hicimos eco hace unos años desde el Departamento de Publicaciones Externas del IEA. Estamos ante una poesía vital, sensitiva, de gran carga sentimental, donde se manifiesta el paso y el peso del tiempo, en trayectoria necesaria.

Unas escaleras que, peldaño a peldaño, nutren a esos interrogantes de espacio para la libertad, donde se encuentra el verdadero sentido de la vida. Un tiempo que transcurre al compás de las puntadas que se dan desde una máquina de coser, tal vez una Singer, mientras existen infinitas muescas ancladas en la cotidianeidad y en el devenir de un reloj de arena, inexorable destino.

Un pulso a la razón, cuando se sabe que el desembarco es difícil y los laberintos acechan a los que portan buenas intenciones para poder escapar de los resortes de la desolación. Ante el mundo en desorden. Las lacras del maltrato, el desahucio, la pobreza, las guerras, donde es fundamental establecer el equilibrio. Buscar el sentido a la vida y volcarlo en fogonazos de alma, porque ahí nace y se hace ágil, adentrándose en la claridad de la poesía. Como un profundo reto, ante los ecos y las apuestas inacabadas. Hacia un vuelo nutrido de sueños, para diseccionar el mundo y vencer a las sombras.

Una ventana por la que escapar, para trascender la enramada y dar positividad a la vida, donde no se excluyen matices de ironía, con el fin de potenciar un horizonte de futuro. Sesgos ante la nostalgia de un tiempo que amanece, leve, al contacto con la naturaleza. Ante el caudal con que se nutre un nuevo día, con el culto a las pequeñas cosas, como cantaba Serrat, con la voz de la sencillez y los matices que mueven a la memoria sentimental. Ante el paisaje de una lluvia que reverbera y sabe a infancia, la única patria. Navegando piel adentro, tratando de cobijar al necesitado, reflexionar ante el fantasma de la soledad y las emboscadas anímicas.

Argumentos para el debate: una vela encendida por cada mujer asesinada, por todas aquellas que han sentido la humillación de los depredadores de la luz y la verdad. Por todas las víctimas de aquellos que, embozados tras las máscaras de la perversidad, siembran el terror, desde el avasallamiento y la falta de escrúpulos, a través del maltrato físico y psicológico. La noche del desasosiego.

La voz de la poeta nos habla del legado de Pizarnik y Alfonsina, mientras el mar devuelve la lívida espuma, disuelta en silencios indulgentes, intentando reconstruir y superar los seísmos vitales del pensamiento. Atravesando los espejos para encontrar una razón de vida, para realizar una denuncia expresionista ante la sinrazón, para clamar por la solidaridad y un mundo habitable. Un canto esperanzador, donde se detengan, de una vez para siempre, los relojes apagados por las desigualdades y las sombras.