Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

Editorial Algazara

José García Pérez

Una noche, como tantas otras, tomaba copas con un grupo de poetas a los que comentaba vivencias personales del 23-F. Uno de ellos, Rafael Alcalá, me insinuó que escribiera algo sobre lo narrado. Lo pensé y, sin más, así lo hice. En un par de noches escribí el libro que lleva por título “18 horas con Tejero” y que fue publicado en la editorial Algazara en 1997. Los pocos volúmenes existentes obran en mi poder y los guardo como paño en oro. En dicho libro, medio en broma medio en serio, se relata, salvando las anécdotas personales, todo lo que realmente sucedió en el hemiciclo. Si cualquiera de ustedes, querid@s lector@s, desea tenerlo entre sus manos, sin coste alguno, puede dirigirse a esta dirección electrónica: elcopo@telefonica.net

 

         Mañana, día 23, salgo para Madrid (los gastos corren por mi cuenta), en viaje de ida y vuelta siempre que no aparezca otro nuevo Tejero, para mantener un sencillo encuentro con algunos de aquellos supervivientes que, salvo tres excepciones, servimos de puro cachondeo para un buen número de españoles, porque buscamos la vida “moqueta adentro”.

 

         Andan saliendo documentos, algunos llaman Actas del 23-F, que no reflejan, por lo que leo hasta ahora, la realidad de lo que ocurrió en la bóveda sagrada de la democracia. Mañana, quiero pensar, tendré las mismas en mi poder, pero al mismo tiempo dejaré a José Bono un par de ejemplares para que los coloque en la biblioteca del Congreso de los Diputados y conste la verdad vivida, observada y silenciada por un testigo de excepción.

 

         Existen otras actas y otras 18 horas de las que nadie habla. Me refiero a las actas y horas vividas por el pueblo español. Horas de vergüenza en el refugio de sus hogares, de silencio absoluto de la Comisión Episcopal y de no apoyo a una democracia que se tambaleaba ante el secuestro de un gobierno legítimo y los representantes del pueblo.

 

         Pero ha pasado tanto tiempo que, tal vez, lo mejor será seguir silenciando el silencio del pueblo que no fue capaz de asomar sus narices en la tarde, noche y mañana que van desde el 23 al 24 de febrero de 1981.