Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
MORALES LOMAS

Morales Lomas

 

        La narrativa breve del escritor cordobés Francisco Antonio Carrasco nace de la confidencia y el testimonio revelador para convertirse desde los ámbitos de la cotidianidad y de los actos diarios en un claro exponente de la existencia. Su brevedad, laconismo, precisión y ausencia de elementos innecesarios la dota de gran celeridad y avanza en la intriga rauda sin que existan elementos externos que la contengan. En este proceso constructor, en la concentración en temáticas de la realidad y de la irrealidad, del surrealismo y el esperpento más preciso y en la claridad narrativa se conforman los rasgos más sobresalientes y valiosos.

          Logra entrar en el lector desde la cercanía del casi “amigo” al que se le hace una confidencia sobre un hecho que le ha sucedido al narrador en primera persona, bien inventado o ficticio, o que ha conocido por terceras personas. El absurdo de la existencia está presente a través de la historia “La música”, donde un amigo mata a otro porque no le gustaba su música.

           A veces, resultan anécdotas que toman cuerpo o se residencian en la memoria o en la ternura. Una gran variedad que intenta recoger el amplio mundo, a veces difícil de reducir entre la realidad y la irrealidad, en los que se sostiene. Casi siempre son las relaciones personales actuales pero, en otros casos, como en “Sísifo” aborda los mitos que aparecen constantes en nuestro devenir a través de diversas formas. Podemos en ese ámbito de las relaciones jugar al humor negro como en “Taxidermia”, cuando alguien paga a un taxidermista para que embalsame la cabeza de su mujer. La locura y el extremo se apoderan de otros cuentos como en “Derechos adquiridos”, donde un indigente mata a una mujer que había ocupado el sitio que dominaba durante treinta y cinco años. Una ironía en torno a la antigüedad en el oficio no exenta de crueldad intelectualizada: “Después, durante la misa, pensó entristecido que se van perdiendo valores tan importantes como el respeto y que cada día resulta más difícil mendigar honradamente”. 

         Poe, Kafka y acaso narradores de los años cincuenta españoles como Ignacio Aldecoa podemos hallarlos en historias múltiples que concitan tanto la barbarie humana, su  intemperancia, su bondad o su absurdo vital. La temática atroz de la mujer-mantis que se come la cabeza de Juan Manuel K. es un homenaje a Kafka y un homenaje al absurdo puede ser la referencia a la mujer muerta que se le aparece al viudo para aconsejarle que busque a una amante porque ella tiene uno en el cielo; el perro Moro que en vida anunciaba muertes forma parte del ideario popular.

        Hay algunos que tiene una extensión de una o dos páginas y otros, como “El mundo está loco, loco” (en torno a las relaciones madre-hijo) más de diez o “El gran matratador” veintidós. Pero siempre trata de reconstruir psicologías tenuemente, mostrar obsesiones, generar deseos o introducirse en el ámbito de los afectos, desafectos, celos, ansias de poder, desavenencias… como el titulado así, “Celos”, en el que de nuevo surge la historia de un hombre viudo que sigue amando a su mujer muerta y su desvalimiento llega a la depravación y el incesto.

        Conformado en tres apartados, es el segundo donde los apegos, amores y afectos adquieren una mayor trascendencia y así surge la desilusión en torno a la mujer que tanto se amaba y sobre la que se había construido una idea o el chantaje que se hace al guapo Arbeloa al que coge tratando de hacer el amor con su mujer e incluso la forma de llegar al encuentro amoroso del hombre que compra una perra que le facilite el acercamiento a la mujer que ama. Los fantasmas se hacen presentes en el titulado del mismo modo, en el que se desarrolla la historia de un escritor que alquila una casa con su mujer con la idea de finalizar una historia. El encuentro amoroso con una joven ideal le facilitará la historia. El sueño crea un elemento de ruptura con la realidad de la que formará parte. Francisco Antonio Carrasco sospecha que los límites entre ambos mundos son tan tenues que el paso de uno a otro es fácil de llevar a cabo y en su facilidad para conectar ambos, sin que se note mucho el “décalage”, se conforma uno de los grandes aciertos de su narrativa.

           Este juego de afectos y desafectos, rupturas amorosas y encuentros afectivos forma la esencia de unos relatos en los que no falta la ironía y el gracejo sutil como en “Sucesos”, en el que un periodista (el narrador en primera persona) conoce a otro a quien lo ha abandonado su mujer porque dedica muchas horas a su trabajo en los sucesos. Deja este trabajo y lo toma el narrador al que se le repite la historia de su amigo el periodista, es abandonado por su mujer que se va con un amigo porque está cansada de que dedique tantas horas a trabajar en los sucesos; y así sucesivamente… Son historias enlazadas que, como en las muñecas matrioskas, no se adivina un final pero que siempre son susceptibles de recoger tenuemente alguna moraleja.

        Acontecimientos cotidianos, muy próximos, no exentos de crueldad en ocasiones como en el titulado “Ocurrencias”, historia de un homosexual incapaz de confesarlo a su padre. La trascendencia de los programas de TV tiene su sentido en “Locura de amor” cuando una señora se casa retransmitiendo la boda por TV porque ha sido en este medio donde ha conocido al hombre. Un guiño a esos programas donde los ancianos tratan de alcanzar la media naranja en situaciones no exentas de zafiedad. O la historia del maltrato como instrumento de denuncia de la crueldad humana.

        Historias en definitiva que observan la realidad desde una actitud crítica y son conducidas con una gran perspicacia y habilidad narrativa que tanto conectan con el absurdo como con la incomprensión de un mundo que hemos conducido a esos límites, pero siempre espontáneas y resueltas con pericia e ingenio.