Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
REDACCIÓN (FUENTE EL MUNDO)

ANA DIOSDADO

Ana Diosdado, actriz, directora y escritora, ha muerto en el edificio de la Sociedad General de Autores de Madrid a los 77 años, víctima de una parada cardiorrespiratoria. Diosdado sufrió el infarto mientras participaba en la junta directiva de la SGAE.

Su historia es más o menos conocida: Diosdado era hija de actores republicanos que se marcharon a Buenos Aires. En los años 70, cuando la cosa se puso fea en Argentina, regresó a España con el equipaje de un teatro más moderno, más ligero de equipaje retórico, más ambicioso intelectualmente. Había política, había feminismo, había psicoanálisis... En un mundo de hombres, Diosdado, menuda, físicamente frágil, se convirtió en una personalidad irresistible.

Recuerda los tambores es el título que mejor pervive en la memoria de aquel momento de esplendor. Aquella obra era la historia coral de un grupo de muchachos convencidos de que portaban con ellos el anuncio de una revolución, un mundo mejor, un nuevo país. A lo largo de la acción, sus personajes irán descubriendo que nadie está libre del destino del desencanto y la vulgaridad. Las referencias al mundo en el que fue escrito, a la España de la Transición, fueron parte de su encanto, aunque hoy la hagan envejecer prematuramente.

El éxito la condujo a la televisión. Anillos de oro fue, en 1983, el gran asunto de la tele española. El recuerdo es vago, pero aquella serie retrataba a una familia de profesionales liberales, cultos, urbanos y amables, que se enfrentaban con los retos de una nueva era: el divorcio, el adulterio, la homosexualidad. Imanol Arias se convirtió allí en una estrella. Tres años después, llegó Segunda enseñanza, en la que asomaban Maribel Verdú, Jorge Sanz, Amparo Larrañaga, Javier Bardem, Ana Torrent, Gabino Diego y Aitana Sánchez-Gijón. La serie, dirigida por Pedro Masó, como Anillos de oro, retrataba a un grupo de estudiantes de arte dramático con sus ilusiones y sus neurosis. Su vida, mirada con un poquito de distancia, parecía Buenos Aires.

Y después, lo de siempre: Diosdado fue perdiendo el toque. Su obra, muy ligada a un momento y a un lugar, fue perdiendo el favor del público. Este año trabajaba en una puesta en escena dedicada a la vida de Santa Teresa de Jesús. En su equipaje llevaba ya hasta un Max de Honor. Era una vieja gloria a la que habrá que despedir con afecto y respeto.