...LAS HORAS, LOS DÍAS, LOS MESES, LOS AÑOS... 27.01.2016
Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que sobre el tiempo se puede decir, con un pequeño error de cálculo, que el pasado ha huido, el futuro está ausente y que el presente es nuestro; a partir de ahí, es cierto que caben en ese espacio que hay entre nacer y morir muchísimos recuerdos, alguna que otra esperanza y el consuelo de certezas que podemos todavía vivir.
Y así va transcurriendo la existencia -por favor, no confundir con vida-, con horas inolvidables, días para olvidar, meses de placer o zozobra, y años que se nos van como las finas arenas de la playa que deseamos tener entre nuestras manos y que, en un mínimo descuido, se nos escapan sin caer en ello.
De vez en cuando detenemos el caminar, observamos lo recorrido, respiramos hondo y volvemos a calzarnos de paciencia, tedio y esperanza para observar si encontramos algo o alguien que nos haga más llevadero el sendero hacia el final o hasta lo ignoto.
Será por ello que desde hace un cierto tiempo viene ocurriéndome que mi conducta, o tal vez mi forma de ser, se encuentra sometida como a una carrera de obstáculos que o bien me fabrico o es algo lógico dada la edad que voy rozando en la que los dígitos que la constituyen van a cambiar de forma sensible.
Así ocurre que el “copo nuestro de cada día” va dejando de ser diario y lo voy escribiendo cada par de días, que la política -una de mis pasiones- me resulta cansina y aburrida y, lo que es peor, cada día vivo menos porque duermo más o me cuesta más trabajo abrir los ojos para otear el exterior o visualizar mi interior.
Las horas, los días, los meses y los años los veo transcurrir a la espera del final, algo así como si en mi caminar ya no fuese posible encontrar una roja gaviota que me llenara de asombro y solamente esperara una piedra en el camino con la que tropezar y desaparecer.
Eso ocurre en determinados momentos, aunque existen otros en que creo que todo sigue siendo posible, que el asombro puede estar a la vuelta de la esquina o que todavía puedo ofrecer a los demás una pizca de decencia.
Y mientras sí o no, las horas, los días, los meses y los años siguen su caminar junto a mí y yo con ellos.