Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
José García Pérez

Teresa Antares

José García Pérez

Carta a Teresa Antares

José García Pérez

 

Querida Teresa: Me pides una reflexión sobre tu poesía -como si la poesía supiera de reflexiones- en la posibilidad de ser una posible promesa de ella. Y me lo dices a mí, ya caduco y anciano, esa forma de dar a conocer a otros mi intimidad como el sacrilegio de un sagrario abierto y profanado.

 

         No existen “promesas”, creo, en este arte, la poesía, de ser uno mismo en la compañía de un folio en blanco en el que debes volcar tu ser si deseas que la poesía sea verdadera.

 

         Rimbaud, el gran poeta francés, inscrito entre los “malditos”, dejó de escribir a los 18 años de edad para irse a África de mercenario. A dicha edad había escrito todo lo que podía decir, crear… el resto era un añadido más a lo ya escrito, una especie de zurcido, un engaño. ¡Qué “promesa”, eh, a los dieciocho años!

 

         León Felipe, el poeta del “viento y la furia”, como le denomino yo, tardío en sus inicios, tato lo fue que cuando gozaba de tener 80 años nos dejó lo que para mí supone su gran obra: ¡Oh este viejo y roto violín!.

 

         Quiero decir que la poesía no sabe de edades.

 

         No he venido hasta aquí para otorgarte el “nihil obstat”, o sea, no existen obstáculos  para que dejes de ser “una promesa” y te conviertas en pura “realidad poética”: ya lo eres.

 

         No conozco tu poesía -nadie conoce la poesía del otro, a veces ni la de uno mismo-, pero sí he leído algo tuyo… un par de poemas que me has enviado y sé que en primavera tus versos acompañarán a las flores con una publicación.

 

         No sé más, y creo que es la segunda vez que nos vemos: una de refilón y hoy, sentados juntos, frente a un público que espera tu poesía con cierta expectación.

 

         No olvides, por favor, que la poesía es MÚSICA más un volcar lo que tú eres y sientes en un momento dado. Y creo que ello lo consigues perfectamente en tus versos. Sirva de ejemplo este verso: “Todo sobra cuando amas mi alma como mi cuerpo”. ¡Qué lindo alejandrino! ¡Qué hermosa suma de heptasílabos! ¡Qué maravilla cuando descansa todo el milagro del ser no solamente en la carcaza que cubre nuestra plenitud!

 

         Ese verso solamente puede ser escrito por una poeta “sin apellidos o añadido”; y tú, Teresa, lo eres. Al igual que el día, no sé cuándo, nos regalaste este verso que es todo un poema: “Decían que sus ojos eran tierra de nadie”, otro magnífico alejandrino.

 

         “TIERRA DE NADIE” es la gran consigna para ser poeta. Y tú lo eres porque tienes voz propia.

 

         El poeta y la poeta alcanzan su “carta de ciudadanía” cunda consiguen tener su “voz íntima” y no una fotocopia de otros u otras.

 

         Sigue en tu tarea.

 

         Tuyo, pero de nadie.

 

José García Pérez

17 de enero de 2017, Málaga