DE EL BARRACO A PARÍS 28.07.2008
El Copo
Todo comenzó en Alpe d’Huez, el Tabor para Carlos Sastre. No sé a quién se encomendó, pero alargó el cuello, tensó la esperanza y kilómetro a kilómetro escaló la gloria. Inmutable, pero transfigurado, observó que el color amarillo, cenizo para Luis Aragonés, le venía como anillo al dedo. Cadel Evans, el favorito de los expertos, creyó que la ventaja del nacido en El Barraco (Avila), 01m 34s, era claramente superable.
Siempre se ha comentado que el maillot amarillo produce alas. En esta ocasión fue así, y Evans, en la “crono” que es lo suyo, tan sólo pudo disminuir la diferencia con Sastre en 29 escuálidos segundos. En resumen, el abulense, por 60 segundos se cubrió de gloria y haciendo caso omiso de la laicidad a la que pretenden conducirnos nuestros gobernantes, llevó, con suave ritmo, su mano derecha a la frente, después a la altura del tórax y cruzó sus hombros de izquierda a derecha, mientras alzaba su vista a eso que, vulgarmente, se conoce como cielo, o sea, bordó, mejor que en un costurero, la señal de la cruz. Así somos, aunque algunos revienten.
Cuando escribo este copo, al tiempo que intento cepillarme una pegajosa mosca que le ha dado por mí, he introducido en el viejo portátil Toshiba un CD con el tema central de la película Exodo y caigo en la cuenta -algo bastante más profundo que “darse cuenta”- que somos, al igual que Israel, un pueblo diferente al resto de países.
Oscar Freire incorpora al podium a su linda hija con su camisetita verde y los dos hijos, niña y niño (lo recalco para que no se enfade alguna feminista fundamentalista), de Carlos Sastre, cada uno con sus respectivos maillot amarillos, hacen las delicias del Arco del Triunfo que, envidioso, observa al pequeño Sastre con los puños en alto dando brincos de alegría.
Una vez que nuestro himno nacional, entiéndase el de España, inunda los Campos Elíseos por las andanzas de un tío nacido en El Barraco, un servidor, en gesto caballeroso, se humilla ante el ciclista que, con decoro, se quita la gorra ante los primeros compases del “sinletra”, hace la señal de la cruz a su llegada a Armand Montrond y enlazado con sus hijos muestra la realidad de la familia.
No sé si París “bien vale una misa”, pero sé que Carlos Sastre, nacido en El Barraco, la ha conquistado con un par de pedales. Y otro par.