PERSEIDAS, FUGACIDADES 12.08.2008
Tal vez esta madrugada no se la ha jugado usted en intentar ver la lluvia de “estrellas”, conocida por Perseidas. Ha hecho muy requetebién, ya que esta bella luna creciente que se ha apoderado del horizonte celeste impide ver con nitidez la fugacidad de las “lágrimas de San Lorenzo”.
Aún sabiendo de la casi imposibilidad de esa maravillosa visión, desde la una de la noche hasta la llegada del alba (el alba sí se puede ver todos los días) he confiado mi complicidad de visionario a la playa donde el viento silba nácar y a la compañía de mi sobrino Fernando, único ser con capacidad de aguantarme durante seis horas y de beberse con reposo tres pamperos en el vivo diálogo contrapuesto de edades y valores. Así que, enfundados en nuestros respectivos ponchos, neverilla con los utensilios propios del pampero y una buena tripa de caña de lomo, nos largamos a la duna más alta en el beso de la orilla con la marisma, esperamos, sin prisa de ninguna clase, las perseidas que, para curiosos, tienen su origen su en los restos que deja el cometa P/109 Swift-Tutle.
Entre el segundo y tercer pampero, o sea, en el momento de la exhuberancia dialéctica, contemplamos no más de diez fugacidades de “estrellas” al grito de “mira, mira, por allí”
Si usted, como me barrunto, no ha perdido su tiempo en semejante patochada, sí deseo que esté atento a las miles de fugacidades, instantes, que nos acarician sin darnos cuenta. La felicidad consiste en descubrir la fugacidad de cada día que, con toda seguridad, sale a nuestro encuentro. Nuestro único objetivo, le decía a mi sobrino Fernando mientras un grillo “cantaba” a la vera de una florecilla de agua, es estar abierto al encuentro de lo que se nos presente y traducirlo en positivo.
Seguro que usted recuerda aquella mirada de ojos azules con la que una linda moza le envolvió, o viceversa o la otra opción; esa es la fugacidad de la felicidad. Los milagros hay que dejarlos para los que creen que el Misterio, Dios, le envuelve a través del dogma o de la certeza de no estar equivocados. Qué va, si en el Misterio, Dios, reside la felicidad puede encontrarla con tan sólo tornar los ojos al pasado y recrearse en el susurro de la nana de su madre que, aunque no la recuerde, la puede, ya decía, recrear. La fugacidad, vuelvo a decir, la felicidad, no es un objeto material o inmaterial que se usa y mañana se escapa, y de nuevo vuelvo, iluso de mí, a la caza y captura de su existencia sofisticada.
Si usted amó alguna vez, recréese en ello pues no existe otro acontecimiento. El resto es una paparruchada de mucho cuidado. Lo dicho con insistencia, asómbrese; en el asombro reside el descubrimiento. Y el descubrir siempre está envuelto en un celofán de perseidas.