Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

Festival cine de Málaga

         Hace un porrón de años, la chica con la que yo salía me miraba y  preguntaba: ¿cómo estoy? Y tú, buscando el mejor de los piropos posibles, le decías aquello de  “¡estás de cine!”

 

         Pues bien, Málaga, la ciudad que todo lo acoge y todo lo silencia, está de cine, pero  oficial y nacional. Oficial, porque ha sido bendecido por la ministra de Cultura “pedos-pe”, Angeles González Sinde, guionista que también lo es y que ya recibió su premio malagueño por el guión de la película “La heroína”, que ella interpreta ahora. Y es nacional, al festival me refiero, porque va de cine de bulla y metralla española. A todo este lío de alfombras y adolescentes histéricos y oficialidad que bosteza, pero lo disimula, lo salva el galán Juan Diego, al que el Festival premia y la ciudad reconoce con un monolito en el Paseo Antonio Banderas; tan sólo por el papel del señorito Iván en “Los Santos Inocentes”, tiene merecido todo lo se le otorgue.

 

         Lo de Antonio Banderas, el hombre que más hace por Málaga y su Semana Santa, no lo tengo claro en el mundo del celuloide. Esto del cine viene a ser como la poesía, que gusta o no, opción personalísima. Y me agrada bastante más, y a él también, su mujer Melanie y, más todavía, su suegra Tippi Hedren, una de las capitostes del Hollywood  de toda la vida y empresaria de ensueño.

 

         Introducido en la costra de los años y enamorado perdido que fui de la actriz de todos los tiempos, Marlene Dietrich, la femme fatale, y de su interpretación en “Testigo de cargo” de Billy Wilder, comprenderán ustedes, y llegarán hasta perdonarme, que no me deje camelar por la guionista y el guión de “Mentiras y Gordas”, la actual ministra González-Sinde y un prototipo de  juventud venida a la mierda que no es en realidad la que existe.

 

         Así pues, que Dios me perdone y me salve el delegado de Cultura, Miguel Briones, si no me someto a los caprichos de “Fuga de cerebros”, “Agallas”, hasta llegar a “La vergüenza” y sus consecuencias. Y es que uno, cascado como está, sueña todavía con James Dean, cuando con el ceño fruncido y la barbilla pegada al pecho, alzaba los ojos, y todo ello sin mencionar la gran cagada, la grave voz y el rostro impenetrable de Paco Rabal en “Los Santos Inocentes”

 

         Ojalá que, pasado un tiempo, podamos volver a decir a la chica con la que salimos (vaya sueño), aquello de “estás de cine”