Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
ANTONIO J. QUESADA

Mario Benedetti

 

 

Ha muerto Mario Benedetti y, por consiguiente, la literatura ha quedado viuda (él ya nos habló de la sirena viuda en un cuento, ¿recuerdan?).

No glosaré la vida y obras de Mario, vayan a la Wikipedia o a inventos así para estos menesteres, pero sí que quiero comentar que para mí fue un ejemplo literario, ético y estético. Era un literato que llegaba por su sencillez, que no quiere decir ramplonería, y por su compromiso con aquello que consideraba justo. Iba como de perfil, pero allí estaba. Mario Benedetti será siempre Mario, como Mario Vargas Llosa, otro genio de lo literario, es Don Mario. Todavía hay clases, claro.

Literariamente, Mario fue un todoterreno: novela, poesía, teatro, ensayo, crítica literaria, ¿quién da más? Y todo con un gran nivel. Personalmente me quedo con sus “Inventarios” de poesía y con sus cuentos, aunque “Pedro y el capitán” me resultase verdaderamente brillante (obra que yo siempre conectaba con aquel Doctor Valmy de nuestro Buero Vallejo). Mi estantería tiene mucho de Benedetti, pero también mi propio yo le metabolizó, y es que si alguna vez me decidí a dar a leer mis versillos fue en parte provocado por Benedetti (pero ésta es una historia que interesa menos).

¿Y qué trabajos de Mario quiero recordar? Qué sé yo, hay tanto… Esa poesía de lo cotidiano, insuperable. Esa novela en verso, “El cumpleaños de Juan Ángel”, de donde sacó su nombre el Subcomandante Marcos (“ojala vivas, Marcos”), esa primavera con una esquina rota que resultaba tan aterradoramente real, esa “tregua” que se llevó al cine y que no logró el Oscar porque se lo llevó otro de mis fetiches cinematográficos, “Amarcord”,de Fellini, tantas y tantas cosas. Esos cuentos completos que afortunadamente quedaron incompletos.

Ha muerto Benedetti y nunca le dieron el Nóbel. Ellos se lo pierden.