Revista Digital de Literatura y Crítica Literaria

        
JOSÉ GARCÍA PÉREZ

Cayo Lara

 

         Sin necesidad de forzar la voluntad, encaminé mis pasos al recinto Eduardo Ocón de Málaga donde IU celebraba su último acto de campaña de las elecciones europeas. No es que sea comunista, sino curioso; claro es que la curiosidad puede llevar a más de un hallazgo, por ejemplo, a descubrir que se tiene alma comunista.

 

         El hecho es que me gusta la política, que con la que está cayendo ya es gustar, y quería oír a Cayo Lara, nuevo coordinador de IU. No voy a decir que el comunismo es una religión, aunque sí es una especie de familia. Tal vez porque sean pocos, no lo sé, se conocen todos, se besan, abrazan y algunos siguen saludándose al grato grito de ¡salud! No me sentí como gallina en corral ajeno, al contrario, fueron algunos viejos comunistas los que se aproximaron a mí deseándome salud, siempre de agradecer y más a esta edad.

 

         Calculo que entre doscientas y trescientas personas, venidas de toda la provincia, enarbolaban rojas banderas, algunas republicanas, no faltaba simbología a favor de Gaza y había una sorpresiva alegría en el rojo ambiente del Eduardo Ocón.

 

         De los noventa minutos que duró el acto con sabor a mitin de los 70 algunos de ellos se perdieron en cierta demagogia, pero la gran mayoría de los minutos, una hora más o menos, fue dedicada a decir verdades como templos, tal vez sea ésa, la verdad, la causa por la que IU obtiene pocos votos.

 

         Decir la verdad es siempre un riesgo, porque la verdad es enemiga del compadreo, ya saben, eso de ir pasando la mano por el lomo de la mentira para hacerla más digerible; la verdad política, eso de los disfraces  que se usan de socialismo o de auténtico liberalismo, desenmascara a los portadores de dichas vestimentas; la verdad que se lanza, cruza el espacio, te taladra y vuelve a salir es una vacuna contra la corrupción y el siempre lo mismo; la verdad es dura y bota y rebota contra la piedra que tenemos por corazón, y algunas veces, he aquí el milagro, se cuela y nos oxigena.

 

         Cayo Lara terminó su intervención leyendo un poema de Mario Benedetti, un poema sencillo que, como todos los suyos, llegan al pueblo.

 

         Cuando uno escucha lo que farfullan ZP, Rajoy, Arenas, Aguilar, Oreja o Chaves, es un placer para un poeta, aunque sea menor, oír el final de una intervención política, la de Cayo Lara, leyendo cosas de Benedetti como éstas: “Aquellos que vienen de la derrota/ guardan en el fondo cierta ufanía/ tal vez porque serenamente escogen/ ser derrotados antes que corruptos/(…)/ la derrota suele ser de madera/ noble como las viejas salvaciones/ nos sentimos como un recién nacido/ en la limpieza de la vida triste.”

 

            Si fuese a votar, lo haría por Benedetti.